DIARIO DE UNA NOVIA | CAPÍTULO 3
Creo que muchas veces en el mundo boda no se habla de las
dificultades, de las cosas menos buenas y de los impedimentos que encuentras en
un camino que te han vendido lleno de peonías y confeti de colores. Ya os hablé
de nuestra experiencia en este vídeo, intenté ser clara, concisa e ir al grano,
porque si, hay confeti de colores pero no siempre es fácil encontrarlo.
A poco más de cinco meses de la boda, y cuando – creo – que lo importante
está zanjado, es cuantas más dudas tengo: hay semanas en las que considero que
somos licenciados Cum Laude en organización de bodas, con un Master en
planificación de eventos realmente complicados y un Doctorado en gestión de las
emociones cuando quieres imposibles para tu boda; y otras semanas en las que me
arrepiento cada día de ser tan retorcidos y no haber escuchado la opinión de la
mayoría: “¿qué necesidad tenéis de
complicarlo todo tanto cuando hoy en día en una boda está todo hecho?”.

Siendo franca conmigo misma creo, además, que los nervios están jugando en mi contra, cuando algo me ilusiona mucho pongo mi 100000%, me implico tanto que valoro todos los pros y contras en milésimas de segundo, tengo una capacidad que roza lo sobrehumano para detectar todas las posibles cosas que podrían salir mal. Las buenas también, pero claro, esas no me preocupan.
Pero como en la vida, hay días mejores y peores ¿verdad?
Estamos disfrutando muchísimo organizando la boda que nosotros queremos
organizar. Estamos creando desde 0 el universo que un día hablamos sin cordura
en nuestro restaurante favorito de Madrid y sea como sea, lo estamos haciendo,
juntos y en la misma dirección, que a fin de cuentas es lo importante.

Siendo franca conmigo misma creo, además, que los nervios están jugando en mi contra, cuando algo me ilusiona mucho pongo mi 100000%, me implico tanto que valoro todos los pros y contras en milésimas de segundo, tengo una capacidad que roza lo sobrehumano para detectar todas las posibles cosas que podrían salir mal. Las buenas también, pero claro, esas no me preocupan.
En este tiempo también me he sentado 3 veces delante de un
folio en blanco con mi pluma MontBlanc – este dato no era relevante salvo
porque es mi favorita – intentando escribirle a mi marido todo eso que no he sido capaz en 14 años. De
momento, solo he conseguido un par de tachones, alguna lágrima y siempre una
sonrisa.
La gente le llama votos pero, si os parece, yo prefiero
llamarlo razones. Las razones por las que no he dejado de quererle ni un
microsegundo de mi media vida a su lado. Espero que algún día consiga sentarme
delante de ese folio y enfrentarme a ese derroche de amor – impropio de una
poco romántica -.