NYC


Nerviosa, mucho.

Una maleta por hacer, muchas cosas por ultimar y todavía tengo que determinar la cantidad de textil por centímetro cuadrado que quiero enseñar: flecos, lentejuelas, purpurinas, plumas, abalorios... Lo que sea, cuanto menos sencillo, mejor. Me siento como una niña pequeña con un juguete nuevo, o bueno, quizá me sienta como una Natalia con unos zapatos nuevos, pero no unos zapatos cualquiera, sino esos zapatos.

Anoche, Carmen y yo hicimos una lista mental muy general, y parece tontería, pero si no la hubiéramos hecho se nos habrían escapado varios detalles, que parecen sin importancia, pero la tienen, y mucha. ¿Qué habría pasado sino nos llegáramos a acordar del transformador de corriente? Error fatal. Luciríamos unos pelos sacados de la Sudáfrica más profunda donde se celebra el Mundial, los móviles figurarían como apagados o fuera de cobertura y la comunicación vía redes sociales quedaría reducida a la lista de espera de nuestros compañeros residentes.

Tengo ganas de despedir a todo el mundo, y no por el elemento temporal, sino por el espacial. Me siento tan lejos, y a la vez estoy tan cerca... Creo que el problema es que tengo demasiado tiempo para pensar, muchas horas de relax y bienestar acariciada por la brisa marina y arropada por el calor del sol. Muy bien me tratan en esta mi Galicia.

No sé ni cómo agradecer a mis papás el darme esta oportunidad, y tampoco sé como explotar esos 20 días para que se hagan eternos, no tengo ni idea de las ganas que voy a tener por volver. Lo único que sé, es que aunque no lo vaya a parecer por las fotos, echaré mucho de menos a todo lo que en Europa se queda. La próxima publicación será desde tierras americanas, os mantendré informados tras mi presentación al Empire State.

Confío en todo lo que aquí dejo, tal como lo dejo, y espero recuperarlo tal cual está, con la misma sonrisa y el mismo abrazo.